Un tema cotidiano de gerentes, ejecutivos y hombres de negocios en general es descrubirles a esos lobos disfrazados de corderos que se nos presentan a la hora de hacer un negocio, adquirir un bien para la empresa, realizar una inversión o contratar una asesoría.
Conforme el estilo gerencial de cada uno le damos más importancia a ciertos factores o a otros. Muchos confían fuertemente en su intuición. El problema es cuando esta se contamina con los prejuicios o la rememoración de una situación con características similares. Otros se zambullen en dictámenes de asesores jurídicos, contables, expertos en recursos humanos, meteorólogo o quien sabe que más...
Lo cierto es que como diría un boxeador argentino, ídolo de multitudes en los años 60 (Ringo Bonavena)..."y cuando tocan la campana para comenzar el round...hasta el banquito te sacan..." Finalmente el gerente debe tomar su decisión.
No escuchar consejo sería de necios, pero hemos de cuidar que muchas veces, dilatamos una decisión tomada y sencillamente buscamos respaldarnos en el "dictamen de otro" para no decir lo que verdaderamente pensamos o hemos decidido.
Por otra parte, hemos de cuidarnos de los profetas del éxito, de los que intentan vender soluciones mágicas cubiertas de razonamientos y por supuesto en todo momento dicen que no es milagrosa la propuesta aunque sin embargo si lo insinúas te tildan de torpe o incrédulo.
Cada vez hay más para leer y consultar gracias a internet, pero recuerda amigo gerente o ejecutivo, que al igual que en el pasado, no todo lo que se lee es necesariamente veraz por más que el empaque sea llamativo o impecable. Revisar los clásicos de nuestra ciencia es un prudente consejo pero claro, siempre tendremos que aplicar un toque de arrojo y finalmente atrevernos a avanzar tomando la que consideramos la mejor decisión. Y recuerda que no tomar una decisión ya es una decisión y por lo tanto también tendrá consecuencias.
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