Desde nuestras primeras lecciones de administración o ciencias relacionadas, utilizamos una gran variedad de términos que provienen de la industria, de la mecánica o del arte de la guerra. Inclusive sabemos que el término recursos humanos es muchas veces cuestionado porque luce ubicación al mismo nivel que otro tipo de recursos, como los materiales en general tales como un edificio, el dinero, un computador o un vehículo.
El caso es, que en ese devenir cotidiano de elaborar planes en la empresa, moviendo imaginariamente las piezas de lo que llamamos recursos, debemos recordar que los seres humanos estamos en primer lugar con toda nuestra maravillosa complejidad, llenos de matices, percepciones o modos de vernos a nosotros mismos y a nuestro entorno, lo que nos convierte en seres únicos e irrepetibles.
Los que prácticamente tenemos medio siglo de vida o más, recordaremos aún que las promesas del mundo informatizado (o computarizado como se diría en los sesentas o antes), eran tentadoras en cuanto a un presente más relajado donde las máquinas harían el trabajo pesado o arduo y los humanos podríamos -al fin- llevar una vida más relajada o cómoda. No pretendemos en este artículo, repasar estos temas sabidos sino, precisamente reflexionar una vez más y revisar si efectivamente nuestro lado tecnocrático se opone de algún modo a ese lado humanista que, por estudiar una ciencia social deberíamos tener siempre en primer lugar o la pregunta está mal redactada y no debemos caer en la trampa de ver a ambos aspectos como enemigos irreconciliables. Siendo más razonables con nosotros mismos y el presente, no se trata de que las máquinas y los programas nos han superado sino más bien en que debemos estar siempre alertas de no ser víctimas de nuestros propios enfoques o análisis de la realidad,donde movemos personas como piezas de un juego de mesa.
Posiblemente en nuestra carrera como profesionales de las ciencias administrativas en general y de alguna de sus especialidad en particular, tengamos pocas oportunidades de encabezar una corriente transformadora del estilo gerencial o de recibir alguna premiación por desempeño destacado entre nuestros pares. Pero cada día de nuestra vida laboral o profesional, tendremos oportunidades de marcar la diferencia y orientarnos hacia una gestión verdaderamente humanista en pos de lograr una mayor y mejor calidad de vida de los que integran nuestra organización o comunidad. Al igual que los economistas, llega un momento, que nos damos cuenta que no se trata aquí de principios cientìficos o aplicaciones técnicas meramente, sino de ideologías que tiñen de un color concreto de nuestra ciencia. Por ello, tecnocracia apuntará mas bien hacia una ortodoxia capitalista reduccionista, donde los seres humanos gerenciados serán individualmente o en su conjunto meros "recursos" para obtener más ganancias y humanismo se referirá a un estilo donde el trabajo, el esfuerzo y la administración en general serán medios y no fines en si mismos, que contribuirán al mayor desarrollo de los individuos y a la plenitud de su bienestar interior y exterior.
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