Recientemente tuve la grata oportunidad de llevar a cabo una capacitación como consultor independiente a un grupo de funcionarios de una prestigiosa y tradicional institución bancaria. Uno de los temas que surgió fué el del ejemplo por parte de los miembros de la alta dirección así como los gerentes de área.
Ocurre que es bastante frecuente (lamentablemente) que el funcionariado en general (ya sea de una institución pública o privada) asista a diversos tipos de capacitaciones, coloquios, seminarios y afines. En estas capacitaciones claro está, llega el momento de asumir, digamos ciertos compromisos con los nuevos conocimientos adquiridos en cuanto a ponerlos en práctica con empeño, entusiasmo y de forma inmediata. Claro que al día siguiente, los flamantes capacitados se trasladan a sus puestos de trabajo y de a poco, esos propositos chocan con una realidad circundante, determinada en muchos casos por estilos de gerenciamiento o administración de recursos totalmente adversos.
Normalmente la responsabilidad del aterrizaje de todos esos nuevos conocimientos y propósitos caen una vez más en los propios capacitados y a lo sumo en los mandos medios. En muchos casos no se disponen de los recursos físicos o económicos para implementar mejoras. En otros casos, se insiste en la tolerancia, la capacidad de escuchar quejas, la generosidad en dispensar el tiempo suficiente o necesario para atender situaciones excepcionales, sin embargo la alta gerencia o alta dirección es la última en llegar o la primera en irse, o si se queda es porque no estuvo las diez o doce horas anteriores en su oficina atendiendo. En cambio volvió aparentemente de un almuerzo importante faltando solo dos o tres horas para llegar al final de la jornada, con toda la energía como para pedir reportes, reuniones o explicaciones de una acción totalmente consensuada y planificada con él mismo. Así es entonces que la capacitación empresarial y el compromiso inherente debe iniciarse por la cabeza. Tal vez alguien del área de recursos humanos tendrá que armarse de valor para recordarselo, pero justamente, esas serán para él, esas famosos y decisivos momentos de la verdad que todo profesional debe encarar.
Que sea entonces el ejemplo, el primer y más importante curso que deban aprender y aplicar "los de arriba" para que "los que les siguen" se adhieran y perseveren. La inversión en capacitación se potenciará y cada vez habrá menos lugar para las excusas o las desviaciones.
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