Para iniciar esta reflexión, me gustaría contarles a
los nativos digitales (prácticamente
la totalidad de los que nacieron durante la última década del siglo pasado), que
antes de su era, si necesitábamos alguna información o deseábamos alguna
lectura para reflexionar o para pasar el tiempo, necesariamente debíamos ir a
una biblioteca, una librería o un kiosko. Es decir no existía la maravillosa
opción de internet.
En ese sentido
uno de sus grandes aportes, es la accesibilidad a excelentes lecturas que contribuyen
a satisfacer nuestra sed de conocimiento y la búsqueda de orientaciones e inspiraciones
en el ámbito personal y profesional.
Independientemente al medio, que mejor consejo o
recomendación que podemos darle a nuestros colaboradores, es una buena lectura para abordar algún
aspecto de su desempeño o vida personal que requiera mejora o profundización.
Ese es el caso del viejo libro de Napoleón Hill, Piense y hágase rico. Abstrayéndonos de su ubicación histórica y
geográfica, en esencia es una valiosa guía para encontrar el camino hacia el
progreso y el bienestar.
Verdaderamente, hay que insistir “con coherencia”, que
con inspiración, entusiasmo y esfuerzo organizado se puede progresar y obtener
los bienes materiales necesarios para llevar una buena vida. Un gran enemigo de
ese camino es precisamente, el mal ejemplo que encontramos a nuestro alrededor
y que por lo tanto, también nuestros colaboradores lo encuentran donde vayan.
Es muy difícil motivar para buscar el progreso a través del esfuerzo, cuando cada
vez hay más desigualdad y se ensancha la brecha entre ricos y pobres. De todas
maneras debemos intentarlo e insistir una y otra vez, para beneficio de él mismo y del grupo humano
que integra en la organización.
En medio de esa
dificultad, conviene que alertemos sobre los “falsos profetas” del
enriquecimiento mediante supersticiones, nefastas combinaciones financieras o
manipulados métodos de mercadeo como el multinivel y todas sus variantes. Debo
decir que inclusive quien les escribe, ha sido víctima de esas prácticas en
momentos de necesidad y desempleo.
Un eje central para el progreso, es la formación
profesional. Otro es la administración de las finanzas personales y familiares.
Le siguen las buenas prácticas en beneficio de la salud y finalmente
actividades en el ámbito espiritual que no necesariamente deben ser de tipo
religioso. En los encuentros personales con nuestros colaboradores, siempre
deben estar presentes algunos de estos temas con sus distintos enfoques o
facetas. La posesión de un cargo o jerarquía entre trabajadores, empleados de
primera línea, ejecutivos o gerentes nos obliga moral y profesionalmente a
realizar habitualmente esta actividad indelegable.
Para el cumplimiento de esta importante labor, hemos
de estar debidamente preparados. Por esta razón, convendrá prever el tema que
abordemos y buscar referencias o materiales para prepararlo y claro está, comprometernos
nosotros también en los propósitos que surjan. Como hemos dicho ya, el buen
ejemplo y la coherencia son poderosos aliados para lograr resultados. Si perseveramos,
los obtendremos y estos serán por sí mismos, un gran motivo para nuestra
satisfacción y cualificación como líderes en el ámbito laboral y en la sociedad
que integramos.
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