Hace pocos días, compartí con estudiantes de la
universidad donde ejerzo la docencia, un importante artículo de Peter Drucker
que aborda el tema de gestionarse a sí mismo. Inmediatamente vino a mí un
pensamiento relacionado a su vinculación con este fascinante tema del ámbito
gerencial. Me refiero a Clima Organizacional.
Específicamente, mi atención se detuvo en las
consideraciones dirigidas hacia la necesidad de “entender a las personas con
las que se trabaja, para hacer uso de sus fortalezas”. Resulta que prácticamente
desde el inicio de nuestro proceso de socialización, somos orientados al
esfuerzo de responder favorablemente o adherirnos a un conjunto de conductas
colectivas, de cada grupo donde nos movemos. Sin embargo en ese mismo proceso,
se ha enfatizado negativamente digamos, en aquellas cosas que no necesariamente eran
nuestras fortalezas sino en nuestras debilidades. Así entonces, sin quererlo conscientemente, lo
primero en lo que fijamos nuestra atención es en lo que nuestros colaboradores
o colegas hacen con más dificultad o con menos precisión. Si son vendedores,
observamos sus pocas disposiciones al cumplimiento de procesos administrativos.
Si son logísticos, enfatizamos en su falta de consideración hacia situaciones
donde por un cliente, debemos abreviar o generar excepciones en los
procedimientos, y así sucesivamente.
No son muchas las organizaciones que actualmente
enfocan su atención al clima organizacional de manera sistemática y con la
convicción de ser un factor importante para el logro de resultados. Es
necesario enfocarnos en ello desde una perspectiva colectiva pero también desde
nuestras propias actitudes en el puesto que nos toque desempeñarnos. El primer
paso entonces, consistirá en ver y potenciar aquello que se hace bien. En este sentido, muchos
consideran que la insistencia sistemática sobre aquello que el colaborador o inclusive el
equipo en pleno, le cuesta más, contribuye a que haya mejoras y se evite la
displicencia. Sin embargo, ese modo de conducción hecho hábito, genera más
desánimo, pérdida de identificación con lo que se hace y búsqueda de nuevos horizontes, que
actitudes de cooperación, auto superación y deseos de alcanzar metas.
El énfasis en aquello que hacemos bien o estamos
más capacitados en hacer, debe comenzar por nosotros mismos. Del mismo modo, el
clima organizacional es un asunto que debe comenzar por cada uno, especialmente
si ocupamos cargos directivos o gerenciales. Habrá que incorporar una buena
dosis de humildad, para ser capaces de dar lugar, a aquel que específicamente en ciertas
cuestiones, lo haga mejor que nosotros recordando, precisamente, que nuestro
aporte y factor de evaluación se centrará en aquello “bueno” que nos
caracteriza y nos distingue de los demás.
Muy vinculado a esto, Drucker en el mismo artículo
nos recordaba: “No trate de cambiarse a sí mismo, es improbable que tenga
éxito. Trabaje para mejorar la forma en que se desempeña”. Claro que el gran
maestro del management no se refería precisamente, a cuestiones de
desarrollo personal y de nuestro interior que siempre debemos atender en pos de
nuestro crecimiento. Si en cambio, nuevamente vuelve a enfatizar en la
necesidad de profundizar en aquello para
lo que creemos que hemos nacido o para lo cual, en el proceso o curso de
nuestras vidas fuimos siendo forjados con singularidad.
En la segunda década del siglo veintiuno hay
innumerables temas como estos, abordados por la ciencia del management en los últimos cincuenta años
y que aún aguardan ser aplicados de manera efectiva y con mayor compromiso
ético y profesional por parte de cada
uno de nosotros. Hacerlo, redundará con toda seguridad en importantes
beneficios para toda nuestra comunidad.
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