A lo largo de nuestros respectivos ciclos de vida vamos sufriendo y a la vez soportando distintos tipos de presiones sicológicas. Sin entrar en temas que requieren obviamente de un enfoque eminentemente sicológico, la realidad es que en el ámbito que nos toca analizar, hemos de tomar el tema con seriedad profesional y por sobre todas las cosas con consideración ética.
Lo cierto es que el que les escribe, por ejemplo, no olvida el empujón que le dió el primer día de clases, su maestra de segundo grado para entrar en el aula. Tampoco cuando un mediocre profesor de teoría económica del segundo curso de la universidad, que citaba a los estudiantes a su propia oficina para revisar los exámenes, se dedicó a cuestionar el mío simplemente porque no había reproducido textualmente, el apunte o dictado que entregaba para estudiar y aprobar su materia. Por cierto de 97 exámenes que tomé en la Universidad, ese examen parcial fué el único que no pase al cabo de seis años. Las situaciones de estrés forman capas sucesivas que finalmente si no son tratadas causan daños irreversibles en cada uno de nosotros.
En lo personal y profesional, cuestiono severamente los avisos en el periódico (ya lo expresé en otros artículos) que ponen como requisito para un profesional, estar acostumbrado o dispuesto a trabajar bajo presión. Desde el vamos todo está mal en ese aviso o en esa empresa. No se trata aquí de un cirujano que salva vidas en emergencias médicas, tampoco de un bombero o de los técnicos que buscan solucionar el problema de la central nuclear en Japón. Hablamos de puestos comunes y corrientes donde fundamentalmente se nos dice...amigo, si vienes aquí preparate para todo, a que tu jefe te grite, a que tus clientes internos sean hostiles, a que cualquiera te pida y te exija cualquier cosa a su capricho porque no planificamos casi nada, eso si, tu tienes que aguantarlo todo...ese es un buen atributo para un ejecutivo que busca empleo.
La reflexión que invito a hacer en este momento es que si en este momento eres el afectado, tengas en cuenta como norte o referencia a esta cuestión, lo que indico en el título: La vida es demasiado corta para no ser feliz en el trabajo. No mereces ese estado emocional. Debes examinarte. El conjunto de situaciones que te han traido hasta aquì, exige que te detengas y que evalúes si ese es tu lugar en la vida o debes cambiar de trabajo. Me dirás que esto no es nada fácil. Te diré que te comprendo porque estuve casi un año y medio sin empleo y con siete hijos menores de edad a cuestas. Importantes factores de estrés laboral provienen de uno mismo y de esa vorágine de vida consumista que llevamos, incitados o tentados por el sistema que nos lleva a gastar siempre más de lo que ganamos debiendo la diferencia. Esto nos atrapa y por lo tanto no tenemos la libertad de decir NO a situaciones laborales por la necesidad de cumplir compromisos. Procura que eso no te vuelva a ocurrir. Al fin de cuentas nada de aquello que has comprado y por lo que te has endeudado vale la pena para que atravieses semejante estado emocional.
Sin embargo si el origen de ese estado emocional está en una mala distribución de tareas, en reiteradas situaciones de mal trato o trato poco considerado por parte de tus superiores o colegas debes asumir con valentía y decisión una postura y obrar en consecuencia. Lo primero que exige la situación es salir de la pasividad. No dudes en pedir ayuda profesional. Lamentablemente muchos siguen creyendo que visitar a un siquiatra te pone en la lista de alienados que merecen internarse en una institución especializada. Gran parte de los casos requieren medicación específica que hace mucho bien y que contribuyen a restablecer tu equilibro. De más está decir que no soy en absoluto partidario del consumo de estupefacientes o compensar con otro tipo de desarreglos, por cierto, frecuentemente recomendados por nuestro entorno que no toma muy en serio nuestra situación.
Y para aquellos que son responsables de equipos de trabajo reitero, el estres laboral de nuestros colaboradores no es asunto menor. Aunque también fuimos contratados para que la organización gane más dinero, logre sus objetivos cualitativos y cuantitativos, nada, absolutamente nada nos faculta a que generemos situaciones que agredan o afecten el interior (llamale el alma, el espíritu, la mente) de nuestros colaboradores. Finalmente, si creemos que no cuenta con las cualidades necesarias para llevar adelante la tarea, le haremos un bien a él o ella, a la organización y a nosotros mismos, rescindiendo el contrato. Pero en absoluto corresponderá, esa acción que denominamos "presión", debajo de la cual vale todo y que no puede ni debe figurar en el vademecum de los que nos consideramos gerentes profesionales y exitosos.
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