En la cuestión de manejar adecuadamente los contactos profesionales, el lector tal vez encuentre un poco agresivo o pesimista el título de este artículo. Como siempre, la intención es despertar nuestra atención y reflexionar sobre algunos aspectos en los que podríamos mejorar.
Ocurre que pasamos una buena parte de nuestra vida laboral (por así llamarlo), tratando con gente a la que nos une principalmente cuestiones de negocios, vínculos en los que hay intereses
económicos en juego o relaciones de poder. El hecho es que conforme pasa el tiempo, vamos llevando días, meses, años conversando con ellos, sonriendoles, mostrando cara o tono de preocupación, enviandoles alguna atención en su cumpleaños, tarjetas, etc...La pregunta es si estas relaciones también podrían ser sujetas a un proceso de "humanización" y así construir lazos que trasciendan lo circunstancial o utilitario. La respuesta es que si podemos hacerlo. Hemos de diferenciar estas relaciones de las que llamamos amistosas. Conviene hacer esta aclaración porque la amistad podrá surgir o no, pero no necesariamente constituye un requisito para tildarlas de sinceras o veraces.
Frecuentemente caemos en actos desconsiderados como no atender el celular al ver quien es y no tener el detalle de devolver la llamada. Si hemos dado nuestro número, significa que le damos licencia al receptor para que contacte con nosotros, ignorarlo o no atender es una incoherencia, mal gusto y evidencia de nuestra mala forma de obrar, de ser o nuestro estilo de tratar a la gente.
Muchos ejecutivos apuestan fuertemente a actividades gastronómicas o recreativas (deportivas o no) para fortalecer contactos profesionales. Particularmente no pienso así, por el contrario, soy muy repetuoso del tiempo libre y que decir de los horarios como los del almuerzo o cena para hablar de negocios o para pretender un acercamiento vinculado a negocios o intereses empresariales. Sin embargo, pues, está totalmente asumido desde tiempo inmemorial. Si bien todos agradecemos protocolarmente una invitación de este tipo, en todo caso deberíamos aprovechar para exteriorizar otros aspectos de nosotros mismos que evidencien con quien el otro está negociando y tratando y así ser capaces de armonizar por encima de lo puntual que nos vincula en el momento.
Independientemente del tiempo en los que el vínculo permanezca activo, hemos de cuidar el importante detalle de no tener desaires cuando ya no los tengamos. Personalmente hice ya mi autocrítica, pues he sido bastante desconsiderado en el pasado con gente que tiempo después de conocerlas bajo determinadas circunstancias, luego las evité cuando me necesitaron o simplemente cuando quisieron ser corteses conmigo. Hemos de reflexionar que todas las circunstancias son cambiantes, tanto los ascensos como los descensos, que nunca estamos quietos, estáticos y nunca cesa de acrecentarse nuestro curriculum u hoja de vida con referencias de quienes nos han conocido o nos conocen en el presente o pasado. Las referencias indirectas muchas veces son más perjudiciales o del lado opuesto, valiosas si mantenemos una conducta, un estilo, un modo de tratar a la gente. Si hay algo también que no debemos adminitir es la lisonja. Esas actitudes de sumisión, falsa admiración, o respeto que nunca terminan de funcionar, ni para el que las recibe ni para el que las hace.
Si bien trataremos el tema de la adulación en otras reflexiones, hemos de ser claros en este sentido si pretendemos construir o contar verdaderamente con buenos contactos profesionales. Por el contrario a todo lo dicho, las verdaderas aliadas de los buenos contactos profesionales son la cortesía, el respeto, el buen humor (que no es contar chistes de diverso calibre todo el tiempo), la gentileza, el cumplimiento de lo prometido, la puntualidad, la coherencia, el hablar con la verdad, prometer solo lo que se puede cumplir y especialmente saber decir no cuando sea necesario. Hay personas que nunca olvidamos, ya sea por circunstancias positivas o negativas. Hemos de buscar siempre, que quienes contactan con nosotros retengan siempre circunstancias positivas y si fueran negativas por su origen o consecuencias o negocios en común, al menos que nos recuerden como personas correctas, firmes en nuestras convicciones pero íntegras y dispuestas a cooperar, siempre y cuando existan las condiciones básicas para hacerlo posible.
Sitio destinado a lecturas breves para la reflexión de directivos, gerentes y ejecutivos.
Estres laboral: La vida es demasiado corta para no ser feliz en el trabajo
A lo largo de nuestros respectivos ciclos de vida vamos sufriendo y a la vez soportando distintos tipos de presiones sicológicas. Sin entrar en temas que requieren obviamente de un enfoque eminentemente sicológico, la realidad es que en el ámbito que nos toca analizar, hemos de tomar el tema con seriedad profesional y por sobre todas las cosas con consideración ética.
Lo cierto es que el que les escribe, por ejemplo, no olvida el empujón que le dió el primer día de clases, su maestra de segundo grado para entrar en el aula. Tampoco cuando un mediocre profesor de teoría económica del segundo curso de la universidad, que citaba a los estudiantes a su propia oficina para revisar los exámenes, se dedicó a cuestionar el mío simplemente porque no había reproducido textualmente, el apunte o dictado que entregaba para estudiar y aprobar su materia. Por cierto de 97 exámenes que tomé en la Universidad, ese examen parcial fué el único que no pase al cabo de seis años. Las situaciones de estrés forman capas sucesivas que finalmente si no son tratadas causan daños irreversibles en cada uno de nosotros.
En lo personal y profesional, cuestiono severamente los avisos en el periódico (ya lo expresé en otros artículos) que ponen como requisito para un profesional, estar acostumbrado o dispuesto a trabajar bajo presión. Desde el vamos todo está mal en ese aviso o en esa empresa. No se trata aquí de un cirujano que salva vidas en emergencias médicas, tampoco de un bombero o de los técnicos que buscan solucionar el problema de la central nuclear en Japón. Hablamos de puestos comunes y corrientes donde fundamentalmente se nos dice...amigo, si vienes aquí preparate para todo, a que tu jefe te grite, a que tus clientes internos sean hostiles, a que cualquiera te pida y te exija cualquier cosa a su capricho porque no planificamos casi nada, eso si, tu tienes que aguantarlo todo...ese es un buen atributo para un ejecutivo que busca empleo.
La reflexión que invito a hacer en este momento es que si en este momento eres el afectado, tengas en cuenta como norte o referencia a esta cuestión, lo que indico en el título: La vida es demasiado corta para no ser feliz en el trabajo. No mereces ese estado emocional. Debes examinarte. El conjunto de situaciones que te han traido hasta aquì, exige que te detengas y que evalúes si ese es tu lugar en la vida o debes cambiar de trabajo. Me dirás que esto no es nada fácil. Te diré que te comprendo porque estuve casi un año y medio sin empleo y con siete hijos menores de edad a cuestas. Importantes factores de estrés laboral provienen de uno mismo y de esa vorágine de vida consumista que llevamos, incitados o tentados por el sistema que nos lleva a gastar siempre más de lo que ganamos debiendo la diferencia. Esto nos atrapa y por lo tanto no tenemos la libertad de decir NO a situaciones laborales por la necesidad de cumplir compromisos. Procura que eso no te vuelva a ocurrir. Al fin de cuentas nada de aquello que has comprado y por lo que te has endeudado vale la pena para que atravieses semejante estado emocional.
Sin embargo si el origen de ese estado emocional está en una mala distribución de tareas, en reiteradas situaciones de mal trato o trato poco considerado por parte de tus superiores o colegas debes asumir con valentía y decisión una postura y obrar en consecuencia. Lo primero que exige la situación es salir de la pasividad. No dudes en pedir ayuda profesional. Lamentablemente muchos siguen creyendo que visitar a un siquiatra te pone en la lista de alienados que merecen internarse en una institución especializada. Gran parte de los casos requieren medicación específica que hace mucho bien y que contribuyen a restablecer tu equilibro. De más está decir que no soy en absoluto partidario del consumo de estupefacientes o compensar con otro tipo de desarreglos, por cierto, frecuentemente recomendados por nuestro entorno que no toma muy en serio nuestra situación.
Y para aquellos que son responsables de equipos de trabajo reitero, el estres laboral de nuestros colaboradores no es asunto menor. Aunque también fuimos contratados para que la organización gane más dinero, logre sus objetivos cualitativos y cuantitativos, nada, absolutamente nada nos faculta a que generemos situaciones que agredan o afecten el interior (llamale el alma, el espíritu, la mente) de nuestros colaboradores. Finalmente, si creemos que no cuenta con las cualidades necesarias para llevar adelante la tarea, le haremos un bien a él o ella, a la organización y a nosotros mismos, rescindiendo el contrato. Pero en absoluto corresponderá, esa acción que denominamos "presión", debajo de la cual vale todo y que no puede ni debe figurar en el vademecum de los que nos consideramos gerentes profesionales y exitosos.
Lo cierto es que el que les escribe, por ejemplo, no olvida el empujón que le dió el primer día de clases, su maestra de segundo grado para entrar en el aula. Tampoco cuando un mediocre profesor de teoría económica del segundo curso de la universidad, que citaba a los estudiantes a su propia oficina para revisar los exámenes, se dedicó a cuestionar el mío simplemente porque no había reproducido textualmente, el apunte o dictado que entregaba para estudiar y aprobar su materia. Por cierto de 97 exámenes que tomé en la Universidad, ese examen parcial fué el único que no pase al cabo de seis años. Las situaciones de estrés forman capas sucesivas que finalmente si no son tratadas causan daños irreversibles en cada uno de nosotros.
En lo personal y profesional, cuestiono severamente los avisos en el periódico (ya lo expresé en otros artículos) que ponen como requisito para un profesional, estar acostumbrado o dispuesto a trabajar bajo presión. Desde el vamos todo está mal en ese aviso o en esa empresa. No se trata aquí de un cirujano que salva vidas en emergencias médicas, tampoco de un bombero o de los técnicos que buscan solucionar el problema de la central nuclear en Japón. Hablamos de puestos comunes y corrientes donde fundamentalmente se nos dice...amigo, si vienes aquí preparate para todo, a que tu jefe te grite, a que tus clientes internos sean hostiles, a que cualquiera te pida y te exija cualquier cosa a su capricho porque no planificamos casi nada, eso si, tu tienes que aguantarlo todo...ese es un buen atributo para un ejecutivo que busca empleo.
La reflexión que invito a hacer en este momento es que si en este momento eres el afectado, tengas en cuenta como norte o referencia a esta cuestión, lo que indico en el título: La vida es demasiado corta para no ser feliz en el trabajo. No mereces ese estado emocional. Debes examinarte. El conjunto de situaciones que te han traido hasta aquì, exige que te detengas y que evalúes si ese es tu lugar en la vida o debes cambiar de trabajo. Me dirás que esto no es nada fácil. Te diré que te comprendo porque estuve casi un año y medio sin empleo y con siete hijos menores de edad a cuestas. Importantes factores de estrés laboral provienen de uno mismo y de esa vorágine de vida consumista que llevamos, incitados o tentados por el sistema que nos lleva a gastar siempre más de lo que ganamos debiendo la diferencia. Esto nos atrapa y por lo tanto no tenemos la libertad de decir NO a situaciones laborales por la necesidad de cumplir compromisos. Procura que eso no te vuelva a ocurrir. Al fin de cuentas nada de aquello que has comprado y por lo que te has endeudado vale la pena para que atravieses semejante estado emocional.
Sin embargo si el origen de ese estado emocional está en una mala distribución de tareas, en reiteradas situaciones de mal trato o trato poco considerado por parte de tus superiores o colegas debes asumir con valentía y decisión una postura y obrar en consecuencia. Lo primero que exige la situación es salir de la pasividad. No dudes en pedir ayuda profesional. Lamentablemente muchos siguen creyendo que visitar a un siquiatra te pone en la lista de alienados que merecen internarse en una institución especializada. Gran parte de los casos requieren medicación específica que hace mucho bien y que contribuyen a restablecer tu equilibro. De más está decir que no soy en absoluto partidario del consumo de estupefacientes o compensar con otro tipo de desarreglos, por cierto, frecuentemente recomendados por nuestro entorno que no toma muy en serio nuestra situación.
Y para aquellos que son responsables de equipos de trabajo reitero, el estres laboral de nuestros colaboradores no es asunto menor. Aunque también fuimos contratados para que la organización gane más dinero, logre sus objetivos cualitativos y cuantitativos, nada, absolutamente nada nos faculta a que generemos situaciones que agredan o afecten el interior (llamale el alma, el espíritu, la mente) de nuestros colaboradores. Finalmente, si creemos que no cuenta con las cualidades necesarias para llevar adelante la tarea, le haremos un bien a él o ella, a la organización y a nosotros mismos, rescindiendo el contrato. Pero en absoluto corresponderá, esa acción que denominamos "presión", debajo de la cual vale todo y que no puede ni debe figurar en el vademecum de los que nos consideramos gerentes profesionales y exitosos.
Funciones del Gerente: Dirigir & Controlar (Dejando Trabajar)
¡ Los colaboradores se desempeñan mejor si los dejamos trabajar en paz ! Esta es una fase....mía.
En reiteradas ocasiones los escritores de artículos referimos a algún autor famoso para fundamentar o incrementar la credibilidad de algún pensamiento. Sin embargo, a estas alturas, tanto el lector como quien les escribe tiene autoridad profesional y personal como para realizar muchas afirmaciones y hablar con suficiencia de elllas.
Recordando las enseñanzas de la universidad, tenemos que las clásicas (y vigentes por cierto) funciones de un gerente son: Planear, Organizar, Dirigir y Controlar. Evidentemente a partir de esa clasificación pues cada uno va por su cuenta empleando el estilo gerencial con el que se encuentra a su paso, con el que se fué formando con los años o con aquel que está acorde a sus valores humanos o personales. Por eso importa aquí reflexionar unos minutos en la manera en la que podemos obtener lo mejor de cada uno de nuestros colaboradores en la etapa de dirigir y controlar las tareas encomendadas. Es bastante frecuente escuchar testimonios de ejecutivos que recién se inician así como de los más experimentados, las dificultades que les ocasionan superiores que una vez definida la labor y todo lo que le rodea, deben padecer o sufrir la sobrecarga de controles, llamadas y pedidos de informes intermedios respecto a la tarea en curso.
Aquellos colaboradores que sucumbieron a la costumbre del jefe de turno, con resignación procuran consolar atribuyendo esas conductas al exceso de celo profesional, ansiedad o personalidad detallista. Pero definitivamente es dañina, corroe la moral, afecta el desempeño y en mucho casos, hace que uno mismo o los colaboradores piensen en buscarse otro empleo para trabajar en paz haciendo lo que cada uno sabe hacer. Al consultar con la parte cuestionada, normalmente las explicaciones tiene frases como: Si no presionas lo suficiente la gente se queda atrás. El ojo del amo engorda el ganado o es parte de mi trabajo. Definitivamente si hemos escogido a los colaboradores adecuados, si hemos tomado las providencias de constituir un grupo de trabajo y si por lo tanto, sabemos lo que cada uno es capaz de dar y se ha comprometido a hacerlo, debemos dejar suficiente espacio en medio para que todos hagan su parte. Durante diez años, tuve el privilegio de prestar servicios en una empresa con un directorio que me permitió trabajar de esa manera, lo cual proyectado a mis colaboradores logró excelentes resultados tanto en sentido económico como en sentido personal o humano. Esas actitudes de acecho permanente, esas preguntas o pedido de informes como si no se supiera de lo que estamos hablando o no se recordara lo ya dispuesto son evidencia de poco profesionalismo y de falta de consideración al prójimo. Obligan al colaborador a dejarlo todo por escrito, a asegurarse mediante documentos de las cosas más banales, que en un momento determinado, inclusive pueden llegar a ser insuficientes para dirimir alguna cuestión.
Hemos de establecer reglas claras. De inicio habrá que hacer las preguntas de rigor en cuanto a la comprensión cabal de la tarea. Podremos revisar habilidades y destrezas de manera previa. En todo caso, de acuerdo a la naturaleza de la labor, podremos establecer controles bien ajustados en término de tiempos, pero siempre, tendremos que cumplirlos y aguardar los resultados. El período de tiempo de controles parciales debe ser racional. Que sentido tiene marcar tiempos donde con seguridad aún no pueda tenerse ninguna información útil. Que sentido tiene que la gente pierda tiempo en armar informes, inclusive hasta distorsionados, con tal de cumplir la exigencia del momento retrasando toda la misión encomendada. La respuesta es, dejemos trabajar a nuestros colaboradores. Es un hábito que debemos desarrollar. Es un hábito del que poco se habla, sin embargo es un problema que padecen muchos. Habrá que asincerarse, comenzar de nuevo, adoptar nuevos estilos, más constructivos e inclusive más sabios. Posiblemente, algunos lectores ubiquen esta cuestión en las de sentido común (por cierto no siempre el más común de los sentidos). Precisamente estas cuestiones son las que hacen el día a día y las que construyen mejores y mayores resultados a la hora de hacer cuentas y evaluar el desempeño tanto de los colaboradores como de los gerentes.
En reiteradas ocasiones los escritores de artículos referimos a algún autor famoso para fundamentar o incrementar la credibilidad de algún pensamiento. Sin embargo, a estas alturas, tanto el lector como quien les escribe tiene autoridad profesional y personal como para realizar muchas afirmaciones y hablar con suficiencia de elllas.
Recordando las enseñanzas de la universidad, tenemos que las clásicas (y vigentes por cierto) funciones de un gerente son: Planear, Organizar, Dirigir y Controlar. Evidentemente a partir de esa clasificación pues cada uno va por su cuenta empleando el estilo gerencial con el que se encuentra a su paso, con el que se fué formando con los años o con aquel que está acorde a sus valores humanos o personales. Por eso importa aquí reflexionar unos minutos en la manera en la que podemos obtener lo mejor de cada uno de nuestros colaboradores en la etapa de dirigir y controlar las tareas encomendadas. Es bastante frecuente escuchar testimonios de ejecutivos que recién se inician así como de los más experimentados, las dificultades que les ocasionan superiores que una vez definida la labor y todo lo que le rodea, deben padecer o sufrir la sobrecarga de controles, llamadas y pedidos de informes intermedios respecto a la tarea en curso.
Aquellos colaboradores que sucumbieron a la costumbre del jefe de turno, con resignación procuran consolar atribuyendo esas conductas al exceso de celo profesional, ansiedad o personalidad detallista. Pero definitivamente es dañina, corroe la moral, afecta el desempeño y en mucho casos, hace que uno mismo o los colaboradores piensen en buscarse otro empleo para trabajar en paz haciendo lo que cada uno sabe hacer. Al consultar con la parte cuestionada, normalmente las explicaciones tiene frases como: Si no presionas lo suficiente la gente se queda atrás. El ojo del amo engorda el ganado o es parte de mi trabajo. Definitivamente si hemos escogido a los colaboradores adecuados, si hemos tomado las providencias de constituir un grupo de trabajo y si por lo tanto, sabemos lo que cada uno es capaz de dar y se ha comprometido a hacerlo, debemos dejar suficiente espacio en medio para que todos hagan su parte. Durante diez años, tuve el privilegio de prestar servicios en una empresa con un directorio que me permitió trabajar de esa manera, lo cual proyectado a mis colaboradores logró excelentes resultados tanto en sentido económico como en sentido personal o humano. Esas actitudes de acecho permanente, esas preguntas o pedido de informes como si no se supiera de lo que estamos hablando o no se recordara lo ya dispuesto son evidencia de poco profesionalismo y de falta de consideración al prójimo. Obligan al colaborador a dejarlo todo por escrito, a asegurarse mediante documentos de las cosas más banales, que en un momento determinado, inclusive pueden llegar a ser insuficientes para dirimir alguna cuestión.
Hemos de establecer reglas claras. De inicio habrá que hacer las preguntas de rigor en cuanto a la comprensión cabal de la tarea. Podremos revisar habilidades y destrezas de manera previa. En todo caso, de acuerdo a la naturaleza de la labor, podremos establecer controles bien ajustados en término de tiempos, pero siempre, tendremos que cumplirlos y aguardar los resultados. El período de tiempo de controles parciales debe ser racional. Que sentido tiene marcar tiempos donde con seguridad aún no pueda tenerse ninguna información útil. Que sentido tiene que la gente pierda tiempo en armar informes, inclusive hasta distorsionados, con tal de cumplir la exigencia del momento retrasando toda la misión encomendada. La respuesta es, dejemos trabajar a nuestros colaboradores. Es un hábito que debemos desarrollar. Es un hábito del que poco se habla, sin embargo es un problema que padecen muchos. Habrá que asincerarse, comenzar de nuevo, adoptar nuevos estilos, más constructivos e inclusive más sabios. Posiblemente, algunos lectores ubiquen esta cuestión en las de sentido común (por cierto no siempre el más común de los sentidos). Precisamente estas cuestiones son las que hacen el día a día y las que construyen mejores y mayores resultados a la hora de hacer cuentas y evaluar el desempeño tanto de los colaboradores como de los gerentes.
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